En Guatapé, cada rincón es una postal. Pero hay un lugar donde el color, el arte y la tradición convergen de manera tan encantadora que se ha convertido en uno de los sitios más fotografiados y queridos por los visitantes: la Calle de los Paraguas. Esta calle peatonal, empedrada y estrecha, es mucho más que un bonito escenario para selfies: es un símbolo de cómo la cultura paisa se renueva sin perder sus raíces.
Ubicada justo después de la icónica Plazoleta de los Zócalos, esta calle se ha ganado el corazón de locales y turistas gracias a una intervención urbana simple pero poderosa: decenas de paraguas de vivos colores cuelgan de un extremo a otro, creando un cielo artificial que da sombra, vida y magia a quienes la recorren.
La experiencia comienza al poner un pie sobre sus adoquines. A los lados, tiendas de artesanías exhiben productos hechos a mano con una dedicación que se transmite en cada objeto: tejidos, cuadros, mochilas, sombreros, recuerdos y más. Los artesanos locales no solo venden, sino que también cuentan la historia detrás de sus creaciones, permitiendo al visitante llevarse algo más que un souvenir: un pedacito de Guatapé.
Pero sin duda, lo que más atrae son los paraguas flotantes que cubren el cielo de esta calle. Su colorido crea un contraste perfecto con las fachadas típicas de las casas, muchas de las cuales están decoradas con zócalos tallados y pintados que representan escenas de la vida rural, animales, flores o símbolos tradicionales . Este juego visual convierte el lugar en un escenario perfecto para tomar fotografías dignas de una portada.
En la Calle de los Paraguas el tiempo parece detenerse. Es común ver parejas tomándose fotos, niños asombrados por los colores, y viajeros solitarios que disfrutan un café o una bebida fría en alguna de las mesas al aire libre. Porque sí, también es un lugar para sentarse, descansar, observar y dejarse envolver por la esencia del pueblo.
El encanto de esta calle no se entiende del todo sin hablar de los zócalos, esos curiosos relieves que decoran la parte inferior de muchas fachadas en Guatapé. Lo que hoy se ha convertido en una marca visual del pueblo tuvo en su origen una función práctica: proteger las paredes de la humedad y el barro en tiempos donde las vías eran de tierra. Con el tiempo, los pobladores empezaron a decorarlos con figuras en alto relieve, dándole identidad y carácter a sus viviendas.
Hoy en día, los zócalos son mucho más que elementos decorativos. Son expresiones de pertenencia, de memoria colectiva. Cada diseño cuenta algo: el oficio de la familia, la historia del pueblo, la fauna local o simples escenas cotidianas. Es como si las paredes hablaran, como si Guatapé se contará a sí mismo a través del arte popular.
Y aunque se pueden ver zócalos en casi todas las calles del casco urbano, hay un lugar donde brillan con especial intensidad: la Plazoleta de los Zócalos.
Desde allí es fácil seguir el recorrido hacia la Calle de los Paraguas, conectando dos de los lugares más emblemáticos de Guatapé. Es una experiencia circular: vas por los zócalos, descubres su historia, y terminas caminando bajo paraguas de colores, rodeado de cultura viva, sabor y calidez. Visitar Guatapé sin caminar por la Calle de los Paraguas es como perderse un capítulo clave de esta historia visual que el pueblo narra con tanto orgullo. No se trata solo de un lugar bonito: es un reflejo de cómo el arte urbano puede transformar espacios cotidianos en sitios de encuentro, inspiración y alegría.
Aquí no hay prisa. Solo pasos lentos, miradas curiosas y cámaras listas para capturar la magia. Y cuando el sol filtra sus rayos entre los paraguas, o cuando cae la tarde y las luces comienzan a encenderse, el ambiente se vuelve casi cinematográfico. No es exageración decir que este rincón de Guatapé es uno de los más fotogénicos de Colombia.
Así que si planeas visitar este colorido municipio antioqueño, no olvides pasar por aquí. Camina sin afán, conversa con los artesanos, admira los zócalos, siéntate a disfrutar un café y, por supuesto, mira hacia arriba. Porque a veces, la belleza está justo sobre nuestras cabezas.